ESPIRITUALIDAD ECOLÓGICA
Por Henryk Skolimowsky
La espiritualidad es un asunto sublime. Grandes almas y grandes mentes reflexionaron sobre ello y nos legaron muchas percepciones iluminadas. Aunque todavía necesitamos reflexionar mucho, en lo mínimo porque queremos probar que estamos espiritualmente vivos. Nuestras circunstancias y problemas no tienen precedentes y requieren una nueva respuesta espiritual, una nueva forma de espiritualidad. Las antiguas concepciones de la espiritualidad fueron creadas en respuesta a problemas diferentes, y con el objetivo de articular otras dimensiones de la condición humana.
La espiritualidad es una articulación de la condición esencial del hombre, en una época determinada. Esa concepción de la espiritualidad permite que se comprendan sus variadas formas en diferentes culturas y religiones; pero también nos advierte que para cualquier época, pueblo y condición del universo humano no hay una forma única de espiritualidad.
A medida que el mundo cambia y se amplía, que el conocimiento avanza y se multiplica, que la mente y la psique se modifican, que la condición humana se rearticula, también la espiritualidad asume formas diferentes. En este momento testimoniamos el surgimiento de la Perspectiva Ecológica o la visión ecológica del mundo. Bajo ella, el mundo es visto como un santuario.
Accionar en el mundo como si fuese un santuario es volverlo sagrado y digno de reverencia. Trátalo como a una máquina y se transformará en una máquina. Trátalo como a un lugar sagrado y se volverá un lugar sagrado. La primera condición de la espiritualidad ecológica es la reverencia por la vida y por todo lo que hay en el universo.
Celebrar el milagro de la creación es contemplar el mundo con reverencia. La comprensión profunda de la ecología significa la reverencia en acción, la profunda identificación con la belleza de la vida pulsando en el universo hasta volvernos parte de él. De ese modo el entendimiento se vuelve empatía, y ella, reverencia.
En nuestra época, lo ecológico y lo espiritual se vuelven uno. En estos tiempos, adorar a Dios es salvar al planeta. Si perdemos el medio ambiente, perdemos a Dios. Hoy, curar al planeta y a nosotros mismos es una labor espiritual de primera magnitud. La ecología nos une a todos, cualquiera sea nuestra raza o religión. La ecología es el proyecto de religión universal de nuestra época. La idea de redención requiere un nuevo significado --significa redimir el mundo curando a la Tierra.
Es preciso enfatizarlo: sanar a la Tierra es la tarea espiritual de nuestra época. Entender la devoción religiosa es reconocer que todas las religiones son formas de adoración de la belleza y la integridad del planeta. La preocupación de las religiones con el verde es una clara indicación de que el grito de dolor de la Tierra es oído por las iglesias.
La espiritualidad también es, más que nunca, la comprensión de nuestra potencialidad interna, la realización del dios interior dentro de nosotros. Precisamos tratarnos mutuamente de acuerdo con lo que potencialmente podemos ser: luces divinas que nos elevan y ayudan a otros a curarse, integrarse y ser más reverentes. Trabajamos para liberar y articular nuestra divinidad interna, y trabajar en el mundo para curar a la Tierra, son aspectos complementarios de la espiritualidad ecológica.
La decadencia de las formas religiosas de espiritualidad no nos exime de la responsabilidad de sanar a la Tierra, y de realizar nuestro potencial espiritual. A pesar de la crisis religiosa de nuestra época, y tal vez por causa de ella, debemos tener el coraje de encontrar --en cada uno de nosotros individualmente-- no apenas a Jesús de Nazaret sino al Maestro del Cosmos.
El autor es profesor de Filosofía en la Universidad de Michigan. Tomado de THOT (San Pablo), traducido por María Helena Zockun.
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