10 julio 2006

COPA DEL MUNDO Y NOOSFERA

Por Leonardo Boff*
07-07-2006


El próximo domingo cuando se juegue la final de la Copa del Mundo de fútbol, seguramente de dos a tres mil millones de personas estarán viendo el juego en las pantallas de sus televisores. Este hecho puede ser considerado uno entre tantos espectáculos multitudinarios, como las exequias de la princesa Diana o los funerales solemnes del Papa Juan Pablo II. Sin embargo, esa visión es meramente empírica y no capta su sentido profundo y nuevo.

En la historia del planeta Tierra, entendido como un superorganismo vivo, Gaia, y en el fenómeno humano como un todo, está ocurriendo una singularidad que debe ser concienciada y profundizada. Se trata de la emergencia de una nueva fase del proceso evolutivo que pasó por la cosmogénesis, irrumpió en la biogénesis, se desplegó en la antropogénesis y ahora está dando otro salto hacia delante y hacia arriba con la noogénesis.

Esta expresión, noogénesis, creada en el siglo XIX por Suess, y asumida posteriormente por el conocido biólogo ruso Vernadsky, uno de los primeros formuladores de la teoría de Gaia, fue difundida por el geólogo, paleontólogo y teólogo francés Pierre Teilhard de Chardin (+1955).

Teilhard, profundo conocedor del proceso evolutivo y atento observador de los fenómenos históricos, había observado que la red de comunicación mundial por la vía de la economía, de los medios de información, de los intercambios culturales y del encuentro entre los pueblos y las personas estaba creando la base material para un salto nuevo en el proceso evolutivo. No sólo se intercambian cosas, bienes materiales y espirituales, sino que principalmente se va acumulando una nueva energía espiritual y generándose un nuevo estado de conciencia, cada vez más complejo e interiorizado en las mentes de las personas y de las instituciones. Este fenómeno fue calificado por Teilhard como «planetización», siendo uno de los primeros que utilizó esta expresión.

Lo que hoy se realiza —observaba— es la prolongación de algo muy ancestral que representa la progresiva complejización de la realidad, que comporta simultáneamente un proceso de interiorización y de crecimiento de niveles de conciencia refleja. Después del ser humano, la humanidad. Es la fase actual en que emerge persistentemente la conciencia de que formamos una especie, la humana, una gran comunidad colectiva, la variada familia humana. Durante el tiempo en que miles de millones de personas estén viendo la final, se realizarán billones de conexiones neuronales en los cerebros de esas personas, unificadas alrededor del movimiento de una pelota. Esa sintonía genera una onda energética de extraordinaria potencia que modifica el estado de la Tierra y de la humanidad. La noosfera constituye exactamente ese fenómeno, en el que cuerpo, mente y espíritu forman una síntesis superior.

La noosfera conoce dos fases: la planetización, que forma la infraestructura de la comunicación global, y la unanimización convergente, que surge cuando las personas se dan cuenta y viven de hecho ese estadio nuevo de su historia. Pero no es suficiente esta síntesis, fruto de las fuerzas directivas del universo. La síntesis debe de ser querida. Las mentes y los corazones necesitan unirse en una gran pasión y en un inconmensurable amor por la humanidad y por la Tierra creando una especie de cerebro de cerebros.

En esta perspectiva, la crisis mundial no es una crisis de desagregación sino de reajuste dentro de la nueva fase de la humanidad. La historia de la vida nos enseña a tener confianza en el futuro, a pesar de todas las tribulaciones del tiempo presente. Tal vez la Copa nos ayude a pensar en cosas así de graves.


El fútbol como gran metáfora
14-07-2006

Hay un sentido evidente y auto-explicativo del fenómeno del Mundial de fútbol con las multitudes que ha movilizado y con el rico mundo simbólico que ha producido. Quien ha visto la recepción que Roma hizo a «la Azurra», el equipo ganador, reuniendo a casi un millón de personas en el Circo Máximo, agitando impetuosamente la bandera italiana, no deja de preguntarse si a través de estas manifestaciones no se revelan sentidos ocultos o reprimidos que valdría la pena tratar de hacer conscientes. Es el momento filosofante de todo análisis de la realidad. ¿Qué revela toda esta euforia futbolística en prácticamente todo el mundo? Intentemos ir más allá de los significados corrientes.

En primer lugar diría lo que ya escribí la semana pasada: se trata de una manifestación de la noosfera, es decir, de la nueva fase planetaria de la humanidad, en la cual más y más mentes y corazones interactúan y crean incontables inter-retro-conexiones que modifican el estado de la conciencia colectiva. Por un momento, Italia, los italianos y los jugadores formaron una única y compleja realidad.

En segundo lugar, tenemos que ver con una especie de desquite de la exuberancia de la vida contra la monotonía y el extremo reduccionismo que la cultura dominante globalizada está imponiendo a todos. Lo que cuenta para ella es la producción y el consumo. No admite otro cambio que no sea más producción y más consumo. Y aquí, en estas manifestaciones, se muestra que la vida puede ser otra cosa, que festejar juntos y celebrar sueños no puede ser anulado por la voracidad consumista.

En tercer lugar, estas celebraciones rescatan el horizonte utópico que ha disminuido sensiblemente en los últimos años. La caída del imperio soviético y la globalización económico-financiera no han satisfecho las promesas que suscitaron. Al contrario, no sólo no se han resuelto los problemas dejados por el socialismo real, sino que sus propias contradicciones se han agravado. Especialmente después del 11 de septiembre de 2001, se vive bajo el miedo al terror. Las expectativas positivas, y lo que es peor, la esperanza, han desaparecido. La impresión que tiene la mayoría es que en el mundo todo está empeorando: el mercado de trabajo, el cuidado de la naturaleza, el modelo de desarrollo cada vez más insostenible, la destrucción de la biodiversidad y el calentamiento creciente del planeta. Ahora con el fútbol se celebra lo inesperado siempre ansiado y se muestra que es posible otro tipo de mundo menos amenazado.

En cuarto lugar, cada pueblo necesita un espejo en el que mirarse y apreciarse. En una sociedad desencantada como la nuestra, que ha destruido sus héroes y mediocrizado sus figuras referenciales, el equipo vencedor asume esta función: devuelve al pueblo el sentimiento de pertenencia y de autoestima. Él ha demostrado que es posible producir una saga heroica y que el país puede ser el primero, por lo menos en ese espacio de la realidad. La vida no sólo es dura y, a veces, trágica; también puede ser alegre, y por un momento, épica. La eliminación de Brasil fue fatal. En pocas cosas podemos mostrar al mundo lo que valemos, pero en carnaval y en fútbol somos los primeros. Con la derrota parece confirmarse que somos un país atrasado en el que casi nada sale bien. Nuestros jugadores han dejado esa deuda pendiente con el pueblo brasilero.

Finalmente, el fútbol representa la gran metáfora presente en todas las culturas y mitologías: el futuro de la humanidad es una fiesta sin fin y una confraternización sin barreras. Es la fiesta de Dios, el teatro inmenso de su gloria, donde todos indistintamente estamos invitados a participar.

* Teólogo brasileño.

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