PENSAR SE HA VUELTO UNA ENFERMEDAD
Pensar se ha vuelto una enfermedad. La enfermedad ocurre cuando las cosas se desequilibran.
La palabra Dios se ha vuelto vacía de significado a través de miles de años de mal uso. Yo la uso alguna vez, pero lo hago poco. Por mal uso entiendo que las personas que nunca han tenido un atisbo del “reino de lo sagrado”, de la infinita verdad que hay detrás de esta palabra, la usan con gran convicción, como si supieran de qué están hablando. O argumentan contra él, como si supieran qué es lo que están negando.
Ese mal uso da lugar a creencias y afirmaciones absurdas y a engaños del “ego”, tales como: Mi o nuestro Dios es el único Dios verdadero y tu Dios es falso o la famosa afirmación de Nietzche “Dios ha muerto”.
La palabra Dios se ha convertido en un concepto cerrado. En el momento en que se pronuncia, se crea una imagen mental, quizà ya no la de una anciano de barba blanca, pero si una representación mental de alguien o algo externo a uno y, casi inevitablemente, algo o alguien masculino.
Ni Dios ni Ser ni ninguna otra palabra pueden definir o explicar la inefable realidad que hay detrás de ellas, así que lá única cuestión importante es si la palabra es una ayuda o un obstáculo para permitir a la persona experimentar aquello que señala.
¿Señala más allá de sí misma, hacia esa realidad trascendental o tiende demasiado fácilmente a volverse solamente una idea en su cabeza en la que uno mismo cree un ídolo mental?
La palabra Ser no explica nada, pero tampoco lo hace la palabra Dios, sin embargo Ser tiene la ventaja de que es un concepto abierto.
No reduce lo infinito invisible a una entidad finita. Es imposible formarse una imagen mental de ello. Nadie puede reclamar la posesión exclusiva del Ser. Es su propia esencia y es inmediatamente accesible a la persona, como la sensación de su propia presencia, la comprensión de Yo soy que es anterior a Yo soy esto o yo soy aquello . Así que hay solamente un pequeño paso de la palabra Ser a la experiencia del Ser.
El mayor obstáculo para experimentar esta realidad, es la identificación con la mente, que hace que el pensamiento se vuelva compulsivo. No ser capaz de dejar de pensar es una calamidad terrible, pero generalmente no nos damos cuenta de ello así que se considera normal. Este ruido mental incesante nos impide encontrar ese reino de quietud interior que es inseparable del Ser. También crea un falso Ser, hecho por la mente que arroja una sombra de temor y de sufrimiento.
El filósofo Descartes creía que había encontrado la verdad fundamental cuando hizo su famosa aseveración: “Pienso, luego existo”. De hecho había dado expresión al error básico: equiparar pensar con ser e identidad con pensamiento. El pensador compulsivo, lo que quiere decir casi todo el mundo, vive en un estado de separación aparente, en un mundo enfermizamente complejo de problemas y conflictos continuos, un mundo que refleja la creciente fragmentación de la mente. La “iluminación” es un estado de totalidad, de estar en “unión” y por lo tanto en paz. En unión con la vida en su aspecto manifestado, el mundo, así como con su ser más profundo y con la vida no manifestada, en unión con el Ser.
La “iluminación” no es solo el fin del sufrimiento y del conflicto continuo interior y exterior, sino también el fin de la temible esclavitud del pensamiento incesante. ¡Que increíble liberación!
La identificación con la mente crea una pantalla opaca de conceptos, etiquetas, imágenes, palabras, juicios y definiciones que bloquea toda relación verdadera. Se interpone entre uno y su propio yo, entre uno y su prójimo, entre uno y la naturaleza, entre uno y “Dios”...es esta pantalla de pensamientos la que crea la ilusión de la separación, la ilusión de que existe uno y un “otro” totalmente separado. Entonces olvida el hecho esencial de que, bajo el nivel de las apariencias físicas y de las formas separadas, “somos uno con todo lo que es”. Con “olvidar” quiero decir que la persona ya no puede sentir esta unidad como una realidad autoevidente. Puede que crea que es verdad, pero ya no sabe que es verdad. Una creencia puede ser consoladora. Sin embargo sólo a través de la propia experiencia se vuelve liberadora.
Pensar se ha vuelto una enfermedad. La enfermedad ocurre cuando las cosas se desequilibran. Por ejemplo, no hay nada malo en que las células se multipliquen y dividan en el cuerpo, pero cuando este proceso continúa sin tener en consideración el organismo total, las células proliferan y tenemos una enfermedad.
Anoto que es indiscutible que la mente es un instrumento magnífico si se usa correctamente. Utilizada en forma inadecuada, sin embargo, se vuelve muy destructiva. Para decirlo en forma más exacta, no es asunto de “utilizarla” inadecuadamente, generalmente no la utilizamos en absoluto. Ella nos utiliza a nosotros. Esa es la enfermedad. Creer que Uno es su mente. Ese es el engaño. El instrumento se ha apoderado de Uno.
El comienzo de la libertad es la comprensión de que Uno no es la entidad que lo posee, el que piensa. Saber esto le permite observar a esa Entidad. En el momento en que se empieza a observar al que piensa, se activa un nivel más alto de consciencia. Entonces Uno comienza a darse cuenta de que hay un vasto reino de inteligencia más allá del pensamiento, que el pensamiento es solo un minúsculo aspecto de esa inteligencia. También se da cuenta de que todo lo que importa verdaderamente –el amor, la generosidad, la creatividad, la alegría, la paz interior, etc...surgen de un “lugar” más allá de la mente.
Ahí comienza un despertar... un “vislumbre”...
Fragmentos del libro de Eckhart Tolle “El poder de la mente”.
(Intervenido y adaptado por Francisco Garcia Huidobro)
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