29 junio 2006

GETSEMANÍ: CONTINÚA LA CONVERSACIÓN

Thomas Merton


"Creo que ahora hemos alcanzado una etapa de ...
madurez religiosa, en la que es posible
que alguien se mantenga perfectamente
fiel a su compromiso cristiano y monástico occidental,
y aun aprender de manera profunda de,
digamos, una disciplina o experiencia budista o hindú"
--- Thomas Merton
(The Asian Journal)

La Abadía de Getsemaní, en Trappist, Kentucky, el hogar del reconocido cisterciense, Thomas Merton, fue elegida en primer lugar como el sitio para un diálogo intermonástico en julio de 1996. Alrededor de cincuenta monjes y monjas budistas y cristianos, y personas laicas se reunieron en esa ocasión para practicar y dialogar sobre la vida espiritual. Su Santidad el Dalai Lama participó. En la sesión de diálogo interreligioso de 1993 en el Parlamento de las Religiones del Mundo, él había sugerido que este diálogo continuara en un ambiente monástico, donde él pudiese ser "un monje entre otros monjes". De ahí, Getsemaní.

Después de la innovadora observación del Concilio Vaticano (II) de que la verdad también se encuentra en religiones no cristianas, la Confederación de Abades Benedictinos auspició su primera Conferencia Interreligiosa del este y oeste de Asia en Tailandia en 1968. A la conferencia asistió el fallecido Thomas Merton, quien, justo antes, había pasado tres días en Dharamsala con Su Santidad el Dalai Lama.

Ambos se causaron efecto. Merton escribió a su abad sobre el Dalai Lama: "Él es muy abierto y sincero, una persona muy impresionante, profundamente comprometida con la vida contemplativa, y muy versado, además. Rara vez he conocido a alguien con quien me entienda tan bien, y siento que nos convertimos en muy buenos amigos". Mientras el Dalai Lama atribuyó a Merton el haberle abierto sus ojos a la verdad de que el Budismo Tibetano no cuenta con la única verdad del mundo. En Getsemaní, él dijo a los participantes, "Como resultado de mi encuentro con Merton, mi actitud hacia el cristianismo cambió muchísimo". Este diálogo, continuó él, cumpliría los deseos de Merton tanto de compartir eruditamente, como rogar en conjunto entre monjes de diferentes tradiciones.

Según el padre prior benedictino, Pierre de Bethune, el diálogo en Getsemaní fue de mucha "inhalación profunda de los pensamientos y palabras de otros, y de profunda exhalación de lo que es ajeno y divisivo". Los cristianos le preguntaron a los budistas sobre la larga tradición de la acción social. La hermana benedictina, Mary Margaret Funk, dijo que mientras el cristianismo cuenta con una larga tradición de meditación, éste ha sido oscurecido por siglos de énfasis en la acción social y que muchos cristianos se encuentran mirando a Oriente para reaprender la meditación. Ella consultó, cómo reconcilia Su Santidad el aparente conflicto entre el ruego y la acción social. Él recomendó una repartición "50-50" entre la oración y la acción. Él dijo que los budistas se inclinan a retirarse del mundo. "Tenemos que aprender de nuestros hermanos y hermanas cristianos para tener más actividades comprometidas socialmente".

El monje franciscano Murria Bodo dijo, "El estar aquí, escuchando, observando y recibiendo la amorosa bondad de mis hermanos y hermanas budistas me ha enriquecido. Me ha hecho querer aprender más sobre cómo ellos oran, lo que la oración produce en sus vidas. Me hace desear compartir con ellos lo que Cristo ha hecho en mi vida, cómo él me ha enseñado a orar, lo que la contemplación y meditación cristianas han hecho por mí".

Durante seis días en abril de 2002, veinte budistas, (Theravada, Zen y Tibetanos), se reunieron en Getsemaní para continuar la conversación. Esta vez sin el Dalai Lama, quien no se encontraba bien.

Los participantes entraron en un esquema lleno de actividades, el que comenzaba temprano con la meditación de la mañana, y continuaba con dos sesiones por la mañana, un ritual budista, dos sesiones en la tarde, y un ritual cristiano. El tema de conversación fue "El sufrimiento y su transformación".

"El sufrimiento ocasionado por un sentido de enajenación y carencia de dignidad" fue el tema del primer día. Aquí se enfatizó sobre el sufrimiento personal y cómo superarlo. "Como estábamos recién conociéndonos", comentó la bhikshuni Thubten Chodron, "la discusión se mantuvo intelectual de algún modo, aunque algunos de los presentadores contaron historias personales".

"El sufrimiento ocasionado por la avaricia y el consumismo" ocupó el segundo día. Se discutieron los desafíos que enfrenta el individuo y la sociedad como un todo. El tercer día, en "El sufrimiento ocasionado por la violencia estructural", los participantes explicaron cómo sus propias instituciones religiosas ocasionaban sufrimiento, como también cómo las estructuras y leyes sociales perpetúan la miseria e injusticia, dijo Chodron. "Hablamos sobre la pedofilia y su encubierta institucional en la Iglesia Católica; y "el clericalismo", la perpetuación de los valores y poder de la elite masculina en ambas religiones". Ambos, hombres y mujeres hablaron abiertamente, sin animosidad o defensiva, agregó ella.

"Curiosamente", observó Chodron, "[sobre el tema del cuarto día], "El sufrimiento ocasionado por la enfermedad y la vejez", hablamos de cómo ayudar a otros que estuviesen muriendo, y luego, sobre nuestros distintos puntos de vista teológicos de la vida después de la muerte. Un participante indicó que habíamos evitado hablar personalmente sobre la enfermedad y la vejez, aunque un presentador nos guió por tal práctica meditativa. A esta altura, los participantes se soltaron y contaron historias conmovedoras de sus vidas, sobre cómo su práctica religiosa les había ayudado a manejar la enfermedad y accidentes, y cómo esos eventos los llevaron a una práctica más profunda".

Las sesiones formales fueron sólo un aspecto de la conferencia, dijo Chodron. "Se dio tanto intercambio personal valioso durante los intermedios". El contingente budista, asiáticos y occidentales, se unieron en dos ocasiones al final de la tarde para presentarse y conocerse. "[Las presentaciones] fueron fascinantes y muy útiles", recuerda Chodron. "Nosotros 'los jóvenes' (yo fui ordenada hace 25 años) nos regocijamos con la práctica de nuestros mayores. ¡Geshe Sopa había sido monje por 60 años y Bhante Gunaratna por 54!".

El último día, dos participantes ofrecieron resúmenes y dialogaron sobre sus impresiones antes de que la conversación fuese abierta a todos los participantes. Se podía tocar la buena voluntad, dijo Chodron.

La bhikshuni Thubten Chodron aún está "digiriendo la experiencia", pero encontró destacables los siguientes puntos: "Primero, me impactó el hecho", parte diciendo ella, "de que los cristianos citaban constantemente y hablaban sobre la vida de Jesús, siempre que se referían a la doctrina cristiana. Mientras que la vida del Buda es un ejemplo de cómo el Dharma ha de practicarse, usualmente analizamos las enseñanzas sin referirnos a su vida, o analizar más en extenso o lo que implicaron los diversos episodios de ésta.

"Segundo, di un salto cuando Fr. Thomas Keating dijo que los monásticos jóvenes que entran a los monasterios cristianos, realizan rituales, trabajo de servicio, etc., pero que no se les enseña una práctica, un método de meditación, para trabajar con sus mentes. Mientras él hablaba, un joven monje benedictino movía su cabeza vigorosamente. Esto fue corroborado por una monja quien habló de una experiencia cercana a la muerte que ella tuvo, [y había salido de ella] sabiendo que debía encontrar una práctica que realizar. Ahora ella practica la oración para centrar, una práctica cristiana enseñada por Fr. Thomas Keating.

"Tercero, pude sentir la fe y las buenas intenciones de los monásticos católicos allí. También, pude sentir el peso de la historia de la Iglesia Católica, las guerras que ha perpetrado, las culturas en que ha sido un poder imperialista, las injusticias hacia lo que no ha querido ver. Me pregunté cómo mis amigos católicos se sentían acerca de ello... Me tomó largo tiempo en mi práctica budista entender que el Dharma y las instituciones religiosas budistas eran dos cosas separadas. Lo primero, es la vía inmaculada hacia la iluminación, lo segundo, son instituciones creadas por nosotros los defectuosos seres conscientes. Yo podría tener fe en el Dharma sin tener que relacionarme en la política de las instituciones budistas o defender errores institucionales...

"Cuarto, las monjas católicas y budistas se llevaron muy bien. Dos hermanas católicas sugirieron que, nosotras las monjas nos reunamos durante un fin de semana en un pequeño encuentro, de manera que podamos tratar temas de mutuo interés con mayor profundidad. ¡Sería fantástico!

"Quinto, fue inusual para mí el encontrarme en una reunión donde yo era una de los participantes más jóvenes (tengo 51 años). La búsqueda intelectual, la paciencia, la estabilidad y deseo de aprender de aquellos que habían sido ordenados hace cuarenta o cincuenta años fue de gran inspiración".

Para mayor información ver The Gethsemani Encounter: A Dialogue on the Spiritual Life by Buddhist and Christian Monastics editado por Donald W. Mitchell y James Wiseman (Nueva York: Continuum, 1999). Doubleday Publishers accedió a publicar el volumen sobre el segundo Encuentro en Getsemaní, en 2003.

23 junio 2006

UN LIBRO IMPRESCINDIBLE!!


La Ecología Espiritual aquí expuesta es una herramienta para indagar intensamente los potenciales latentes de la persona, en armonía con su vocación natural de paz y el papel que puede desempeñar en el marco de una sociedad donde las calamidades que conocemos no predominen destructivamente. Surge con nitidez en este momento, la clara percepción de que sin un expansivo desarrollo metafísico, no podrán resolverse los grandes problemas del mundo material.

Lejos de la protesta ambiental inocua, SOMOS LA GENTE QUE ESTÁBAMOS ESPERANDO, traza las coordenadas de la llamada Eco-Civilización, invitándonos a replantear la normalidad vigente, reemplazando nuestro modo egoico por una expresiva conciencia de evolución.

Conceptos como eco-hábitats y comunidades, aldea intencional, agricultura orgánica, biorregionalismo, permacultura y tecnologías socialmente apropiadas son revisados en sustancia. Un credo trasformador se despliega en estas páginas con firmes intenciones de establecer un cambio esencial; éste es el momento, y toda la tierra es el lugar.

Miguel Grinberg resume en esta obra su visión sobre el nexo entre la espiritualidad y una cultura solidaria cuyos pilares están hoy construyendo pioneros planetarios en múltiples latitudes.

Publicado por KIER, Santa Fe 1260, Buenos Aires - Mail del autor: mgrin@uolsinectis.com.ar

17 junio 2006

SINTESIS DE SABIDURÍAS


La Nueva Visión de la Realidad: Hacia una Síntesis de la Sabiduría Oriental y la Ciencia Occidental
Por Fritjof Capra
Introducción


Durante las primeras tres décadas de este siglo ha ocurrido un cambio impactante en los conceptos e ideas de la física. Los nuevos conceptos, que aún están siendo elaborados en nuestras actuales teorías acerca de la materia, han modificado radicalmente nuestra cosmovisión llevándonos del pensamiento mecanicista de Descartes y Newton a una visión holística y ecológica.La nueva visión no fue de ningún modo fácil de aceptar por los físicos de principios de este siglo. La exploración del mundo atómico y subatómico los hizo contactarse con una realidad extraña e inesperada. En sus esfuerzos por captar esta nueva realidad, los científicos se percataron dolorosamente de que sus conceptos básicos, su lenguaje y toda su forma de pensar eran inadecuados para describir los fenómenos atómicos. Sus problemas no se limitaron al ámbito intelectual, sino que se extendieron a una intensa crisis emocional e incluso existencial. Les tomó largo tiempo superar dicha crisis, pero al final fueron recompensados con profundas introvisiones respecto a la naturaleza de la materia y su relación con la mente humana.

He llegado a creer que las naciones y sociedades del mundo se encuentran hoy en una crisis similar. Todos los días leemos en los periódicos acerca de las numerosas manifestaciones de esto. La mayoría de nuestras economías producen una alta inflación y desempleo, con niveles de pobreza y hambruna que no disminuyen; existe una crisis energética, una crisis en el cuidado de la salud, una crisis ambiental y una creciente ola de violencia y crimen. Creo que todas éstas son diferentes facetas de la misma crisis, que esencialmente es una crisis de percepción. Tal como la crisis de la física en la década del 20, ella se deriva del hecho de que estamos intentando aplicar los conceptos de una visión del mundo anticuada la cosmovisión mecanicista de la ciencia newtoniana cartesiana a una realidad que ya no se puede comprender mediante estos conceptos.

Aun cuando la cosmovisión cartesiana es más característica de la cultura occidental que de la oriental, muchos de sus principios básicos también se aplican ahora en Oriente, debido a la adopción mundial de la ciencia y tecnología occidentales. La cosmovisión cartesiana ya ha alcanzado sus límites en muchos campos, incluyendo la física, la biología, la medicina, la psicología y la economía. Hoy vivimos en un mundo globalmente interconectado, donde todos los fenómenos biológicos, sicológicos, sociales y ambientales son interdependientes. Para describir este mundo en forma apropiada, necesitamos una perspectiva ecológica y esto no lo ofrece la cosmovisión cartesiana.

Lo que necesitamos, entonces, es un nuevo paradigma una nueva visión de la realidad y un cambio fundamental en nuestros pensamientos, percepciones y valores. Los inicios de este cambio desde la concepción mecanicista de la realidad a la holística, son visibles en todos los campos y es probable que dominen la década. La gravedad y extensión global de nuestra crisis indica la probabilidad de que ésta desemboque en una transformación de dimensiones sin precedentes, un punto de giro para el planeta como un todo.

La Nueva Visión de la Realidad

La nueva visión de la realidad es ecológica, pero va mucho más allá de las preocupaciones inmediatas por la protección ambiental. Es respaldada por la ciencia moderna, pero tiene sus bases en una percepción de la realidad que se extiende más allá del marco de referencia científico hacia una conciencia intuitiva de la unidad de la vida entera, la interdependencia de sus múltiples manifestaciones y sus ciclos de cambio y transformación. Cuando se comprende el concepto del espíritu humano en el sentido transpersonal como la forma de conciencia en que el individuo se siente conectado al cosmos como un todo se vuelve claro que la conciencia ecológica es verdaderamente espiritual. De hecho, la idea de que el individuo está unido al cosmos aparece expresada en la raíz latina de la palabra religión, religare ("unir con fuerza"), así como en el sánscrito yoga, que significa "unión".

Por lo tanto, no es sorprendente que la nueva visión de la realidad se acerque mucho a las visiones de los místicos de todos los tiempos y tradiciones, y en especial, a las visiones sostenidas en las tradiciones espirituales de la India. Hace diez años me asombré al hallar las similitudes más increíbles entre la física moderna y el misticismo oriental. Ahora estas semejanzas se pueden extender con igual validez a la biología, la psicología y otras ciencias. Hoy podemos afirmar, con considerable seguridad, que la sabiduría antigua de Oriente resulta ser el fundamento filosófico más compatible con nuestras teorías científicas modernas.

Biografía del autor:

Fritjof Capra (Viena, 1939), doctor en física teórica por la universidad de Viena, realizó investigación en física de partículas en París, California (Santa Cruz y Berkeley), en el Stanford Accelerator Center y el Imperial College de Londres. Destacado teórico de sistemas es el fundador y director del Center for Ecoliteracy en Berkeley, (California). Autor de diversos betsellers internacionales, entre los cuales destacan: El tao de la física (1975), El Punto crucial (1982), La sabiduría insólita: conversaciones con personajes excepcionales (1988), La trama de la vida (1996), Las conexiones ocultas: las implicaciones sociales, medioambientales, económicas, biológicas de una nueva visión del mundo (2002) y Green Politics (1993).

09 junio 2006

BUSCANDO LO IMPOSIBLE




Un anhelo divino es trascender

todas las barreras y moverse

hacia el cielo desconocido, en

busca de lo imposible.

La belleza de esa idea es que

buscando lo imposible

te encontrarás a ti mismo.

OSHO: Zarathustra, un profeta que ríe

05 junio 2006

ES HORA DE LLAMAR LAS COSAS POR SU NOMBRE


(ATENCIÓN: por su pertinencia y urgencia, reproducimos este editorial de THE CAMINO, que puede ser visitado en la dirección especificada de Internet.)


4 JUNIO 2006
EDITORIAL

Esta Newsletter tiene como propósito llegar a la mayor cantidad de personas posible. Les pido que la reenvíen y en el día de mañana estará accesible al público en www.thecamino.com.ar
Hasta ahora he tratado de escribir incansablemente sobre las situaciones que estamos viviendo desde hace algunos años, he cubierto sectores parciales y dado visiones globales.

Hoy día, por reflexiones personales, y por algunos comentarios de lectores, voy a tratar de explicar algunas cosas de este momento presente y fundamentalmente que ustedes estén informados de que lo que está sucediendo. Estamos en el cambio de polos magnético y como esta no es una situación que maneje el hombre, lo mejor es estar conscientes y pasar por ella no sólo informados, sino conscientes. Es cierto que todo cambio es para mejor, es cierto que desde los textos antiguos, como por mensajes, visionarios y ciencia, una vez completado el proceso actual estaremos en un lugar mejor que el actual.

Presumiblemente, después del cambio ya no habrá violencia, ni la locura que vemos hoy en el mundo. Y todo esto está muy bien, pero...eso, es el futuro. Creo que todas las personas, entre las que me incluyo, que conocemos este proceso estamos ciertos que será un mundo mejor.

Es muy lindo cuando a uno le dicen que allá, más adelante, en no se sabe bien que tiempo futuro las cosas estarán mejor; pero se obvia el presente que es con lo que realmente lidiamos cada día , con lo que tenemos que vivir HOY a nivel personal y colectivo.

Lo que me hace escribir esto es la otra parte de la que parece que nadie se preocupa mucho salvo decir que todo cambio es para mejor y aunque estemos todos de acuerdo con esto, hay una ecuación muy sencilla, ¿Cómo pasamos por el cambio? ¿con qué herramientas? Ciertamente que la ignorancia puede llegar a ser asfixiante y así se sienten la mayoría de las personas actualmente. Tengamos en cuenta que hay millones de personas sintiendo cosas que solemos denominar "raras", malestares físicos que terminan confundiendo porque los médicos nos dicen que los resultados de los exámenes están bien; sin embargo nos seguimos sintiendo mal y no sabemos porqué. Entonces tratemos de explicar lo que sucede

Por lo tanto, las cosas tienen un nombre y el nombre de este proceso es Cambio de Polos Magnéticos en marcha y esto conlleva consecuencias y vivencias de las que voy a hablar y que espero les sean útiles en el presente.

ESTADO DE SITUACION

Hay una marcada tensión a lo largo del conocido Anillo de Fuego que se extiende desde Nueva Zelanda hasta Australia, sube a Indonesia hacia Japón y el norte de Rusia y a través y a lo largo de la costa oeste de América del Norte y del Sur. Debido a la Resonancia interna de la Tierra, el área del Parque Nacional de Yellowstone, las líneas de las fallas que corren por la costa este de los Estados Unidos, Grecia y Turquía, todo está potencialmente involucrado.

Algunas personas están sintiendo una creciente irritabilidad, disturbios en el sueño, sentirse exhaustos, sensación casi imposible de manejar, dolores de cabeza y nausea. Aquellos que son más sensibles pueden sentir la actividad sísmica o sacudimiento en el cuerpo a nivel celular (temblores).

No estoy diciendo que terremotos masivos sean inminentes, pero la probabilidad se ha incrementando, esto incluye actividad volcánica en dos áreas, en tierra y debajo del agua.

La humanidad así como toda vida en la Tierra está en un punto o pivote giratorio. Se ha dicho en numerosas ocasiones lo que es necesario para traer estas fuerzas de nuevo a su punto de equilibrio, por lo que no voy a repetir esto ahora; salvo que no se ha hecho casi nada.

Tenemos que entender que el campo de energía de nuestro cuerpo está anidado dentro del campo de energía de la Tierra. Por ello, como la tensión en las placas tectónicas se incrementa, así lo hacen nuestro síntomas. Es una respuesta biológica. En este momento, mientras ustedes presenten los síntomas arriba mencionados, sugiero hacer la mayor cantidad de pausas y descansos entre actividades y generar dentro de uno mismo sensaciones lo más coherentes posibles con la armonía y el bienestar.

El mayor nivel de coherencia y el mayor espacio para que no se descontrolen las emociones. Tomen tiempo del que usan diariamente, diría como casi obligatorio para sentirse mejor. No sigan la corriente del debo hacer esto y aquello y aquello otro compulsivamente, dejen cosas sin hacer si es necesario, usen tiempo para el descanso y estén un poco más con ustedes mismos para reordenarse.

Por lo que ya se prevé, podemos esperar un incremento en este tipo de situaciones al menos por una década más.

El propósito de esta Newsletter es para alertarlos que la presión tectónica es la explicación para las sensaciones físicas y emocionales EXTRA ordinarias que estamos sintiendo así como cualquier tipo de fenómenos mentales que puedan estar experimentando. No esperen que nada alrededor de ustedes vuelva a la antigua y conocida "normalidad".

Esta etapa se terminó y si no prestamos atención, estaremos viviendo períodos de no poder mantener el foco en el área mental. Esto es porque su cerebro está incapacitado para sostener la atención. En su forma más aguda, sentirán que no pueden pensar secuencialmente.

Existe algo así como un estado mental borroso, especialmente en el conocimiento, es decir no podemos comprender claramente las cosas. Si este es un fenómeno nuevo, diferente o está apareciendo ahora, puede tener dos orígenes:
1 - la presión tectónica
2- se está produciendo y ya está en proceso, el cambio de polos magnéticos.

Quiero que todos ustedes entiendan claramente que la humanidad está en medio de una situación crítica.

Sugerencia para estabilizarse:

Piensen en un octaedro. Este patrón geométrico son dos pirámides de 4 lados de base (igual a las egipcias) unidas por la base, o sea una punta hacia arriba y la otra hacia abajo. Se imaginan dentro de este octaedro y se orientan de manera tal que su cabeza apunte al vértice superior de la pirámide y sus pies apuntan hacia la punta de la pirámide inferior. Simplemente tener conciencia de esta forma geométrica alrededor de ustedes tiene un efecto calmante y estabilizador.

Si sus hijos o niños de la familia o escuela están presentado serios disturbios por esta transición de la Tierra, sugiero hacer un juego en el cual los ayuden a crear este octaedro imaginario alrededor de ellos y ustedes crean uno alrededor de ustedes. No hagan de esto una cosa seria o una gran historia con los niños, que sea como un juego.

Los niños sentirán, en la mayoría de los casos, una sensación de calma. Díganles que pueden hacer este "juego imaginario" todas las veces que ellos quieran. Pregúntenles como se sienten dentro del octaedro.

Con esto les darán una herramienta maravillosa y efectiva para moverse mientras la Tierra pasa por la fase de transición y, no se olviden de ustedes mismos. No piensen que la simpleza de esta geometría no tiene importancia. Cuando se sientan perturbados o con las molestias o sensaciones como las arriba mencionados, jueguen ustedes este "juego".

Por último, algunas palabras sobre dos fenómenos que hay que tener en cuenta.

1 - La función del grid (grilla) interdimensional con la cual trabaja la Tierra y su repuesta a los Cambios en el Planeta.
2 - El trabajo o función del grid (grilla) interdimensional de su cuerpo físico y su conciencia

El trabajo o función del grid (grilla) energético / interdimensional de la Tierra está armado de acuerdo a las formaciones geológicas de la Tierra y además esa grilla es la responsable de crear algunas de esas formaciones geológicas. En una palabra, el grid o grilla es ambos, causa y efecto.

La forma del Anillo de Fuego recuerda la de la serpiente que se muerde la cola, el Uroboros en alquimia, y tiene un significado esotérico profundo. Al incrementarse la presión tectónica alrededor del Anillo de Fuego, también se producen cracks (roturas) etéricos o fisuras en el grid o grilla en la que trabaja la Tierra correspondiente al lugar donde esa presión tectónica está ocurriendo. Las personas que se encuentran en los lugares o cerca de una de esas áreas, pueden ser severamente afectadas.

Uno de esos efectos, además de dolores de cabeza o migrañas, nauseas, letargo y confusión es el crack o rotura entre dos mundos. LITERALMENTE se viven simultáneamente dos experiencias o sensaciones; la realidad tridimensional terrestre y el aspecto interdimensional de la Tierra. Esto tiene semejanza con una víbora cambiando su piel; cuando la piel se torna molesta durante el proceso de cambio; la víbora se sacude un poco para que la piel se desprenda. Metafóricamente hablando es esto lo que está sucediendo con la Tierra a través de las acciones del Anillo de Fuego o el Anillo de la Serpiente.

Otro efecto que esto produce es que no importa donde esté Ud. en el planeta, fisuras o aberturas energéticas se producen también en su propio cuerpo etérico. Estas fisuras pueden ser causadas por la energía de la presión tectónica así como también por explosiones emocionales de energía como la irracionalidad. En estos momentos estamos todos entre dos mundos y el mundo físico nos aparece poco sólido.

No se preocupen por lo que otros sienten o piensan. Presten atención a su vida, a sus pensamientos y sentimientos. Elijan vivir en la mayor alegría que les sea posible crear para ustedes mismos en el medio de todo este caos. Este es el Camino que nos lleva hacia un estado superior de conciencia, independientemente de lo que esté pasando alrededor nuestro.

Kristen Mariana Neiling


http://www.750am.com.ar/radioenvivo.asp
Programa de Radio
Jueves 20Hs. Argentina / Radio Del Pueblo 750 AM



01 junio 2006

FUNDACION ESPIRITUAL DE LA ARGENTINA


4 DE DICIEMBRE DE 2004
Cosmovisión oriental basada en el I-Ching




Texto: Ludovica Squirru

Ya se aproxima el equinoccio donde algunas personas sentimos su influencia en la conciencia de lo que nos animemos a ofrendar.

Mi entusiasmo crece día a día mientras me preparo para la idea o sueño que tuve hace un tiempo de fundar astrológicamente el país donde encarné, vivo y siento parte de mi crecimiento humano, espiritual y evolutivo.

Idea que creció como miles de afluentes al mar o al lago.

Mi experiencia, viajes y situaciones personales me llevaron a buscar una fecha que fuera propicia en este najt (tiempo-espacio)Convoqué a los nahuales (espíritus protectores), y guiada por Osho, cabra de agua sagitario, solté las redes al espacio sideral para que los expertos en las cosmovisiones maya, mapuche, oriental y solar dieran su opinión al respecto.

La Argentina necesita una inyección de vida, aliento, esperanza, que provenga de una buena aspectación cósmico telúrica. Y el proyecto existe en cada persona de cualquier lugar del país y del mundo que crea que somos parte del universo, que nuestros destinos están relacionados con una memoria planetaria y celeste además de la influencia terrestre, genética, social y material que nos permite desenvolvernos en el mundo.

Estamos arando nuestra tierra para sembrar un presente donde sintamos que todo sueño es posible. Argentina, este exótico paraje donde vivir es un entrenamiento acelerado de metamorfosis y aprendizaje sin diplomas, nos da la posibilidad de diseñar una vida similar a la de las tribus primitivas y la de la Matrix, en un abanico de posibilidades.

Esta idea de renacer o sentir que estamos bajo un cielo protector debido a que en la tierra no tenemos a nadie que nos garantice ninguna seguridad, es una buena señal.Descuidar el origen de un pueblo, nación o país es un karma muy difícil de revertir. Se necesita gente con conciencia planetaria y humana, con ganas de apostar Venimos anestesiados de “allá lejos y hace tiempo” cuando la mayoría de los historiadores resolvió que el inicio de este país es a partir de la llegada de Juan Díaz de Solís, Pedro de Mendoza y, después, de la Primera Junta o el Triunvirato, que decidirían el destino nacional hasta la eternidad.

¿Quién determina cuándo nace un pueblo, nación o país?

El cronos o quienes son huéspedes en un territorio que estaba habitado miles de años antes por los indígenas. Es por eso que podemos elegir con qué tendencia nos quedamos o qué campana escuchamos cuando nos toquen el gong. A esta altura del viaje en el que estamos los seres humanos en la tierra y en el país donde nos toque vivir, lo más sensato es aceptar lo que estuvo en el origen, el inicio, y fue borrado de un certero golpe en la memoria genética, pero no universal, para seguir dilucidando esta ecuación de intuir el futuro o poder hacer una predicción.

Argentina es un espacio en la tierra que tiene una vibración que determina su presente. Y esta onda depende de todos los seres inanimados y animados que lo habitamos; desde una roca del segundo plegamiento hasta el más bello ser humano.

Esta cosmovisión es compartida por quienes viven en este suelo hace miles de años, en equilibrio y armonía con los ciclos lunares, solares, planetarios, y respetan cada manifestación de vida. Vivir en nuestro país es una oportunidad que en este tiempo debemos sobrevaluar. Me pregunto en estos días cuál es el origen cósmico del país. ¿Alguien habrá pensado, al declarar la independencia como inicio de destino, en nuestro origen galáctico, en la influencia de las estrellas, planetas, ciclos del tiempo para iniciar un rumbo como nación?

Mi idea es proponer la refundación espiritual de la Argentina para transmutar el pasado estar en el presente conscientes, y sentirnos capaces de reinventar el país a partir de nuestro click, cambio interior, actitud y alineación y balanceo cósmico.la fecha es el 4 de diciembre del 2004.

Las razones están desarrolladas por cada especialista en su campo: astrología asirio caldea solar, cosmovisiones maya y mapuche, y astrología oriental basada en el i-ching, la iluminación de Osho, que es cabra y sagitario, que me sopló al oído la idea de compartir una celebración para quienes apostamos al cambio energético de la biósfera planetaria y de conciencia a partir del camino que estamos transitando.

Estoy envuelta en un halo desde que supe que seríamos más de dos los que compartiremos esta fecha, en el lugar donde estemos, con quienes tengan la misma sintonía, de la mejor manera posible. meditando, bailando, cantando, haciendo las paces con el mundo, integrando lo que somos y traemos, sin expectativas milagrosas, de las que debemos desapegarnos para siempre, para conectarnos con la realidad de una existencia llena de milagros que no vemos pues estamos ciegos, sordos y mudos. Intoxicados por malas influencias, ondas que contaminan nuestro espíritu, psiquis y cabeza, alejados del origen al cual retornaremos si nos desprendemos, en un acto de fe, de lo que nos atrasa en la evolución y el camino hacia la verdad, que es una, y apenas la intuimos cuando nos aquietamos en medio de la vorágine en la que nos enredamos sin darnos cuenta. Llegar a esta fecha es el camino de toda mi vida.

Es un sueño compartido nacido en las visitas que hago mirando y sintiendo el cielo de los lugares que conocí gracias a ustedes, que me alentaron en la misión de empleada del cosmos con varias sucursales en la tierra donde dejo mis experiencias tatuadas en sus corazones siempre dispuestos a escuchar y compartir lo que nadie se anima, por miedo, prejuicios o desconocimiento de nuestra raza humana.

EL CORAZÓN SECRETO DEL COSMOS


Las estrellas regalan su fuego. Para nosotros. Sus selvas de ojos titilantes, sus blancas hogueras, refulgen desde las vértebras del cosmos. ¿Por qué no asombrarse, otra vez, o alguna vez, frente a las polifonías de las luces estelares, enigmáticas? El hombre contemporáneo palpita dentro de las murallas plásticas de la gran urbe moderna. Puede existir, acaso cree poder existir, sin universo. Pero nuestros pulmones respiran junto al asfalto, y cerca del corazón ígneo de alguna estrella. Sí. ¿Por qué no asombrarnos ante la Vía Láctea? Para esto, seguiremos a Brian Swimme, doctor en cosmología, matemático ( y quizá poeta) en un radiante texto que nos estimulará a meditar en aquello que se pierde cuando no vive en nosotros una asombrada conciencia ante el cosmos. Swimme nos dice que " el principio y el fin es un encuentro primario con el gran abismo de belleza que llamamos universo. No tener esos momentos de admiración, no preguntarse acerca de tal majestad, no vivir cada día -!al menos por un momento!- flotando dentro de un misterio colosal e íntimo, es vivir una vida carenciada. Sí, quizá, por eso, está noche, ante la Vía Láctea...
E. I


EL CORAZÓN SECRETO DEL COSMOS


Texto: Brian Swimme


Aunque el descubrimiento del lugar de nacimiento del universo es el mayor hallazgo científico del siglo veinte, o de todos los tiempos, no alcanzará su sentido pleno hasta que se haga vida dentro de nosotros. El descubrimiento mismo no fue el resultado de una acción automática o accidental, sino del esfuerzo sostenido de millones de seres humanos. Así también sucede con su significación. Es fácil que cualquiera se sienta momentáneamente deslumbrado o fascinado con los meros datos del nuevo relato del universo; pero otra cosa es absorberlo en el centro del propio ser. Los hechos mismos no son suficientes; lo que se necesita es "encarnación". Es necesario transformar la forma de la humanidad de hoy a formas de humanidad congruentes con los modos del universo. Tal reeducación tendrá lugar solamente en aquellos individuos que tengan el coraje, la imaginación y la energía necesarias para emprender el camino. Estudiar la nueva cosmología es transformar la conciencia de las percepciones más deprimentes de tal transformación; es darnos cuenta de lo eficientes que hemos sido en aislarnos, a nosotros de todo contacto con el universo. Considérense, por ejemplo, los billones de galaxias. Hemos aprendido tantas cosas asombrosas sobre las galaxias del universo y, sin embargo, ¿cuántos de nosotros tenemos alguna experiencia directa de las galaxias? Ciertamente algunos de nosotros estudiamos las galaxias en la clase de ciencia, pero sin un encuentro primario con una galaxia, ¿de qué sirve tal conocimiento abstracto? Para aprender realmente sobre las galaxias y sobre el lugar de nacimiento del universo, necesitamos luchar con esta situación en que nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos se hallan casi completamente encapsuladas en un entorno artificial. No sugiero ahora volver a modos de vida primitivos, ni a rechazar la tecnología, ni a una fantasía romántica de volver a la naturaleza, abandonando las ciudades y viviendo en "comunas". El primer paso es, simplemente, tomar conciencia. Lo que necesitamos es el simple reconocimiento de que si nos privamos del contacto directo con las fuerzas numinosas que pueblan el universo, estamos escogiendo una existencia recortada.

EL ASOMBRO REVERENCIAL

En Toronto, Canadá, existe un gran edificio, el Skydome. Una suerte de pequeño universo autosuficiente. En su interior, los hombres " nunca ven el cielo inmenso o el sol ardiente; nunca huelen la dulce tierra o tocan la rugosa corteza de los árboles; nunca escuchan el viento en los campos ni el chasquido de un pez al saltar de un lago al atardecer" . Frente a este aislamiento sin Tierra ni Cielo, el cosmólogo nos propone recuperar el asombro reverencial...

Si usted nunca tuvo la experiencia de una galaxia, tiene enfrente una de las grandes oportunidades del universo. Todo lo que se necesita es viajar unos cincuenta kilométros para alejarse de la polución urbana. Si vive en el campo, mejor aún, porque ya está allí. Vaya con algunas amistades... y tan pronto anochece acuéstense de espaldas para contemplar el camino de luz lechosa que corre desde el horizonte a través del firmamento entero hasta el lado opuesto del mundo. Esta es la galaxia de la Vía Láctea, nuestro hogar. En un sentido profundo, sabemos muy poco sobre el universo, apenas conocemos el oscuro pasado, y muy poco del futuro que vendrá. Pero sabemos que mientras contemplamos este gran camino nebuloso que nos rodea en la noche, entramos en una experiencia que miles seres humanos compartieron a lo largo del tiempo. Desde cada lugar del planeta, en cada período de la historia, los seres humanos han sentido admiración reverencial al contemplar esta gran luz que rodea el planeta. El principio y el fin de la existencia humana es ese asombro reverencial. Compartimos eso con los innumerables seres humanos que antes de nosotros fueron subyugados por la belleza nocturna. Nuestros ancestros tenían modos de explicarse lo que significaba. Y también nosotros tenemos ahora una forma, una nueva forma, de explicar lo que hay alli. Pero siempre es fundamental el asombro. Y si la explicación es buena, la admiración crecerá. El fin principal de nuestras explicaciones no es anular el asombro, sino llevarnos a un conocimiento más íntimo de los misterios que nos rodean y que nos conducen aún más profundamente al océano de bellleza en que nos encontramos. Durante el periodo moderno, nos hinchamos tanto con nuestro sentido de superioridad por las explicaciones científicas del universo, que ni siquiera nos dimos cuenta de que habíamos dejado de asombrarnos por las estrellas. Parecía razonable dejar de prestar atención al cosmos. ¿Por qué asombrarse de algo cuando estábamos convencidos de que era solo una máquina? ¿Por qué prestarle tanta atención cuando teníamos a los matemáticos que lo explicasen? Considerábamos una explicación científica como algo que quitaba el misterio, ¡ así que llegamos a creer que las explicaciones científicas de los fenómenos eran más importantes que los fenómenos mismos! Si uno cree eso, pronto estará viviendo en el Skydome. El principio y el fin es un encuentro primario con el gran abismo de belleza que llamamos universo. No tener esos momentos de admiración, no preguntarse acerca de tal majestad, no vivir cada día -!al menos por un momento!- flotando dentro de un misterio colosal e íntimo, es vivir una vida carenciada. Aún más: es vivir una vida vulnerable a distorciones fundamentales. Mientras reposamos de espaldas fascinados por la gran Via Láctea sobre nosotros, podemos pensar sobre nuestros descubrimientos recientes para profundizar este encuentro. Ninguno de los miles de millones de seres humanos que nos precedieron pudieron experimentar la Vía Láctea como podemos hacerlo hoy. Porque cuando contemplamos el sendero de luz difusa que se extiende a través del cielo, sabemos que ésta proviene de los 300.000 millones de estrellas de la Vía Láctea.

LA GALAXIA MANTARRAYA

No sólo las nubes del cielo flotan. El planeta y la galaxia también se suspenden de una manera grácil, susurrante, en el vacío. Por eso, Swimme nos manifiesta que...

...yo prefiero pensar en la galaxia de la Vía Láctea como una gigantesca mantarraya. La mantarraya es un pez con un cuerpo achatado, un ligero abultamiento en el centro, y dos grandes aletas con las que se impulsa a través del océano. La principal ventaja de usar la mantarraya como una metáfora de la Vía Láctea, es que ésta al igual que aquella no está apoyada en nada. La Vía Láctea se desliza sin esfuerzo a través del oscuro universo, así como la mantarraya vaga ingrávida por los mares.La Tierra está ubicada a dos tercios de radio desde el centro, dentro de uno de los largos y delgados brazos de la galaxia. Dado que nos movemos dentro de esta mantarraya galáctica, de noche vemos estrellas en todas direcciones, pero cuando nuestra línea visual intersecta el plano del cuerpo principal de la Vía Láctea vemos muchas más estrellas, tantas que su luz se combina en un sendero luminoso sobre nosotros. Este sendero rodea la Tierra entera. No podemos verla durante el día por la deslumbrante luminosidad del Sol. Pero mientras yace de espaldas, imaginándose a la Tierra dentro del cuerpo de la galaxia y el camino brillante que se extiende de un horizonte al otro a través del firmamento, puede empezar a experimentar la Tierra flotando dentro de es cuerpo, la Vía Láctea, que a su vez flota en el gran universo. Ahora necesitamos hacer el intento de alterar los patrones básicos de conciencia que han sido implantados en la línea de los primates desde hace, al menos, setenta millones de años.

Mientras usted descansa sobre la espalda contemplando la Vía Láctea, advierta que un presupuesto implícito en la experiencia es que uno "mira hacia arriba, a las estrellas". Esta actitud inconsciente tiene una raíz biológica, porque los primates tienen la direccionalidad arriba-abajo cuidadosamente codificada en su funcionamiento orgánico. Un chimpancé que se despierta en la noche precisa orientarse inmediatamente en el sentido vertical. Dicho de otro modo, todos los chimpancés prehistóricos que necesitaban más de un par de segundos para darse cuenta donde era arriba y abajo, han hallado la extinción por mera caída. Un mayor fortalecimiento de nuestro sentido de arriba-abajo está en el código cultural elaborado durante milenios en el sentido de que las estrellas, el cielo y Dios están "arriba", y la Tierra está "abajo". Incontables generaciones de seres humanos consideraron la Tierra como el lugar fijo en el centro del universo, alrededor del cual giraban los cielos. Tal visión del mundo simplemente expresa la orientación biológica implícita de todos los primates. Si un orangután pudiera hablar, también él diría que las estrellas están alto y lejos, arriba en el cielo; y si de noche se acostara sobre el lomo en la gramilla, de igual forma pensaría que mira hacia arriba a las estrellas. Pero, ¿qué hacemos ahora cuando nuestro conocimiento trasciende los presupuestos genéticos y culturales respecto al "arriba"? ¿Cómo orientarnos en el universo ahora que sabemos que una Tierra cuasi esférica gira alrededor del Sol, y que ese Sol es una estrella similar a los otros 300.000 millones de estrellas de la Vía Láctea, y que la idea de "arriba", que podemos experimentar en la Tierra, no tiene nada que ver con la dinámica de la galaxia cuando impulsa las estrellas en sus grandes órbitas?

POR ENCIMA DE LAS ESTRELLAS

Por eso, por lo dicho anteriormente, acaso podríamos imaginar a la tierra y a las estrellas abajo, muy por debajo de nuestro cuerpo leve, suspendido. Y entonces...

... imagínese penetrando en el gran abismo del cielo nocturno. Si su imaginación es lo suficientemente fuerte, puede entrar rápidamente en una nueva experiencia. De otra manera, podría tomar algún tiempo, pero el momento llegará, en una rápida reorganización de los hechos, cuando todas esas estrellas se experimenten como abajo, muy, muy abajo, y el asombroso sentimiento que acompaña esta experiencia será de sorpresa porque no se está cayendo para unirse a ellas. Porque uno ciertamente no cae. Uno se desplaza en el espacio, observando el tesoro de estrellas, suspendido allí por un vínculo invisible con la Tierra. La fuerza gravitatoria de la Tierra lo sostiene, y uno percibe la fortaleza de este vínculo en la presión que se siente en los hombros, y a lo largo de la espalda, nalgas y piernas. Generalmente atribuimos esta presión a nuestro "peso" pero, en un sentido científico estricto, ningún objeto tiene peso intrínseco propio. Más bien, todos los cuerpos pueden establecer interacciones gravitacionales; y para nosotros, la interacción dominante que sentimos es con la Tierra. No se trata de que un peso intrínseco nos mantiene aquí, porque si la fuerza gravitacional de la Tierra y del Sol desaparecieran súbitamente saldríamos disparados, con una velocidad progresivarnente creciente, hacia ese oscuro abismo de estrellas debajo de nosotros. No se trata de peso. Es la atracción de la Tierra la que nos mantiene suspendidos sobre las estrellas. Y estando allí, tendido, sintiéndose volar dentro de este vínculo gravitacional mientras mira hacia abajo a los millones de estrellas que titilan en la infinita profundidad del espacio, usted habrá ingresado en una experiencia del universo que no es solamente humana y no es solamente biológica. Entra en una relación desde una perspectiva galáctica, convirtiéndose, por un momento, en parte de la Vía Láctea, experimentando cómo es ser la Vía Láctea. El sendero blanquecino que contemplamos soñadoramente tiene el poder de los dioses. El destino de nuestra Tierra, de nuestro Sol, de los planetas y de nuestros propios cuerpos es controlado por esa Vía Láctea que surca el cielo nocturno. Ese camino lechoso hace viajar a nuestro sistema solar completo, como en la punta de una cuerda que gira, a una velocidad de 324 kilómetros por segundo (1.166A00 km/h) alrededor del borde exterior de la galaxia. Mientras uno descansa allí y cuenta hasta veinte, todos los animales, los bosques y la Tierra entera, Júpiter, los asteroides e incluso el gran Sol son arrastrados a una distancia igual al ancho del continente norteamericano. Muchas veces pienso que si yo pudiera levantar una tonelada de ladrillos y arrojarlos a medio metro, estaría en todas las pantallas de televisión del mundo.

Pero la Tierra es mil trillones de veces más pesada que una tonelada de ladrillos, y el Sol un millón de veces más grande que la Tierra. Y todo eso no es simplemente levantado y arrojado un poco más allá, sino que es impelido a 324 kilómetros por segundo cada segundo del día, todo el día, todo el año, por ya cinco mil millones de años. El origen de tal fuerza titánica es ese brillante camino blanquecino que contemplamos mientras la Tierra nos sujeta suspendidos sobre su inmenso poder. ¿Por qué la gente querría verme levantar una tonelada de ladrillos si pueden observar cada noche una fuerza mil cuartillones de veces superior? Los modernos hemos afirmado algunas cosas muy cuestionables sobre el gran avance que representan los seres humanos de perspectiva científica. Caer en los conceptos remanidos sobre las limitaciones que tenían las gentes primitivas es un error en que fácilmente podría incurrir un consumidor. Es decir, no tenían lavavajillas, Chevrolets o computadoras Apple. Pero sí comprendían algo central que se nos escapa a nosotros los modernos y posmodernos. Nos hemos olvidado de lo que era y, peor aún, nos hemos olvidado de que hemos olvidado. Los primitivos, en su trabajo de orientarse dentro de las grandes fuerzas determinantes del universo, lograron una paz que apenas podemos barruntar. Tenían escasa tecnología, carecían de electrodomésticos, eran de mil modos vulnerables, pero vivían en una forma de conciencia que superaba en mucho lo que normalmente experimentamos en nuestras vidas diarias dentro de nuestras jaulas industrializadas. Cada mañana despertaban a una realidad que solemos experimentar sólo en sueños, cuando somos llevados a una gran aventura que involucra al universo entero. Si no sabemos qué era lo que experimentaban, podemos esperar que, a medida que desarrollamos nuestras relaciones cosmológicas con los poderes del universo, también nos despertemos algún día en un mundo encantado, en el cual tenemos un papel que desempeñar y en el cual podemos hablar a nuestros hijos sobre la profundidad de las cosas. (*)

(*) Fuente: Todas las citas de Brian Swimme, El corazón secreto del cosmos, Buenos Aires, Ediciones San Pablo.

MUERTE Y RESURRECCION DE LA TEOLOGIA


Texto: Raimon PANIKKAR


«La teología no está encadenada»
(II Tim. II, 9)

Amigos y enemigos de la teología [1]:

Es un honor tener la oportunidad de presentar críticamente algo que ha sido para mí un problema capital durante toda mi vida: Muerte y resurrección de la teología[2].

He dicho enemigos no como una ocurrencia, sino porque, a menudo, escuchándo a los enemigos es como más se aprende – también teología. Suerte tiene la teología de sus enemigos hoy en día – si no para resucitar, sí al menos para reanimarse. La contradicción, como ya decían los antiguos, no sólo espolea la inteligencia, sino que también hace madurar los espíritus.

Hace poco tiempo, unos cuantos teólogos decretaron la muerte de Dios. Éste, tras el veredicto, sigue vivo y espabilado. Dios vive, pero la teología ha muerto o, por lo menos, está moribunda. No tiene vida. No sólo estadísticamente (ya no se estudia); también está ausente de la sociedad.
La teología ha sido expulsada de los grandes centros de educación, tanto en la enseñanza secundaria como en las universidades. La teología no interesa porque se ha vuelto irrelevante para la vida pública.: Ya no sirve para «ganarse la vida», expresándolo con doble ironía, porque la misma frase ha cambiado de sentido y ya no significa forjarse la propia vida para vivirla plenamente ahora y siempre, sino conseguir algún dinero para tener una existencia cómoda.

Esta gran civilización, la musulmana, tan mal entendida, tan caricaturizada y tan profunda, que se extendió durante siglos por el sesenta por ciento de la Península Ibérica y que fecundó el pensamiento cristiano desde el siglo X, está escandalizada, sin atreverse a decirlo así, al ver que el Occidente moderno ha conseguido crear una civilización, no digo una cultura, que puede permitirse el lujo de ser tolerante porque, tanto si Dios existe como si no, en el fondo da exactamente igual. Se ha convertido en una hipótesis superflua. Los ferrocarriles, la política, la economía, todo funciona igual, con Dios o sin Él. Podemos permitirnos el lujo de que una persona se confiese creyente y la otra no, porque es indiferente. La alternativa no es, evidentemente, que nos matemos porque no pensamos lo mismo, sino que dialoguemos – y dialogando cultivemos nuestro espíritu, que es como Cicero describía la filosofía: «cultura animi».
Han pasado aquellos tiempos en que la gente del pueblo se apasionaba por los problemas fundamentales de la existencia: Dios, la Trinidad, el alma, la felicidad, el sentido del dolor ... Se acaloraban por aquellas cuestiones, las discutían y acudían a aquellos que las conocían un poco mejor para preguntarles y gozar de una mayor plenitud de vida intelectual, espiritual e incluso física. No es que en aquellos tiempos la gente fuera mejor o peor que en nuestros días pero es un hecho que, actualmente, los problemas teológicos, las cuestiones sobre el destino del ser y el sentido de la vida, las cuestiones metafísicas en una palabra, no nos preocupan demasiado porque no tenemos tiempo para pensar en ellas, y las respuestas teológicas corrientes nos resultan como prefabricadas y no nos convencen. Diciendo esto no idealizo aquellos tiempos en que los teólogos especulaban espléndidamente sobre la Trinidad y la Encarnación, por ejemplo, y se olvidaban de la justicia social del mismo Evangelio pero, tras veinte siglos, no parece que se haya «progresado» mucho. Hace años escribí una nota en donde decía que la denominada «teología de la liberación» implicaba también una liberación de la teología – precisamente para que pueda resucitar.

Hemos convertido a la filosofía y a la teología en unas especialidades sobre las que los expertos tal vez saben algo, pero de las que el pueblo en general puede permitirse el lujo de prescindir. Son irrelevantes. No me refiero a si las iglesias están vacías o no. O si la gente practica, entendiendo por práctica la asistencia a una serie de actos de culto. No hago ahora sociología, sino que únicamente señalo que los problemas fundamentales de la teología parecen intrascendentes para nuestro mundo. Es un hecho, una constatación. Ni tan siquiera, siendo un tanto irónico, se le ha organizado un funeral de primera, ni se le ha edificado un mausoleo en un cementerio. Se ha marginado a los teólogos y, a los pocos que quedan, se los tolera porque no inciden en la vida. Hay unos cuantos expertos que dicen conocer la teología, existen incluso institutos que dicen encontrarla interesante pero, para la mayoría de la gente, la teología ha muerto.

Con ello no quiero decir que debamos echar de menos tiempos pasados, ni que proponga una proliferación de facultades de teología. Acabo de decir que la teología no es una especialidad y que, por tanto, no puede ser encerrada en aulas elitistas. Por ello, el título de esta lección inaugural contiene una copulativa y no una disyuntiva: «muerte y resurrección». La resurrección sigue a la muerte. Si la vida no es una constante resurrección no es vida propiamente humana -como viene a decirnos san Pablo. Si «cada día muero» (I Cor XV, 31) es porque cada día resucito-.

* * *

Quisiera desarrollar esta idea en tres puntos, muy sencillos:

I. La constatación de que la «teología», como suele entenderse, tiene una vida vegetativa y es irrelevante para la vida humana.
II. Aventurar una hipótesis sobre el Por qué?
III. Preguntarme sobre su posible resurrección.

* * *

I) Tras seis milenios de historia humana, creo que se puede llegar a la conclusión de que el sistema político más eficaz y realista (la Realpolitik) es precisamente el Evangelio. Los demás sistemas han fracasado. Aun cuando hoy en día es sabido que la «Donatio Constantini» (mediante la cual el emperador Constantinus daba al Papa Silvestre I la «imperialis potestas» sobre todo el mundo, romano) fue una falsificación en toda regla del siglo VIII, la mentalidad del «Sacrum Imperium» sigue todavía vigente, y la teología se ha visto afectada por ello. El «ministerium» ha pasado a «magisterium».
Ahora bien, este estilo de vida y, por tanto, de vida política, que podría resumirse en el «Sermón de la Montaña», está prácticamente por estrenar en la vida pública. En el Evangelio se dice y se repite que el más pequeño será el más grande y que los últimos serán los primeros. Justamente el Evangelio de hoy [3] dice: «Os envío como corderos entre lobos» (Lc X, 3). Yo me pregunto si hemos comprendido bien el sentido de esta frase ¿Qué significa?: ¿corderos con armas atómicas, pertrechados de ‘seguridades’ y ‘defensas’ y repletos de dólares? ¿Corderos que tienen miedo y se arman más que los leones? Los leones, por cierto, son fuertes y no van armados ¿Hemos olvidado tal vez la lección eucarística de dejarse comer para fructificar y así dar vida al mundo?
Hay paradojas que, tras veinte siglos, empiezan a no parecerlo. Tal vez es la única Realpolitik para llevar paz al mundo y a las conciencias. Decía Bismarck que con el Sermón de la Montaña no se podía gobernar un imperio. Sin embargo, hoy sabemos que sin el Sermón de la Montaña todos los imperios se hunden, incluida la dictadura imperial que se nos está echando encima. Ante esta situación, la teología ni siquiera se atreve a abrir la boca. Más que afónica, se ha quedado muda.
En una palabra, la teología está muerta. También lo prueba el hecho de que no tiene ni voz ni voto en el fenómeno cultural más importante de los últimos siglos: la ciencia moderna. Como máximo se oyen las voces de una moral que parece querer frenar la pasión investigadora por motivos más o menos pragmáticos. Pero la teología es mucho más que moral – moral, por otra parte, que convence a muy pocos.

* * *

II) Ahora bien, lo difícil es aventurar una hipótesis sobre por qué murió la teología. La historia a la que he hecho alusión tiene gran parte de responsabilidad. Se suele decir que el responsable fue el régimen de cristiandad que, en nuestro caso, podría caracterizarse por la confusión de la exousia evangélica con la potestas romana y el poder moderno. Pero como nos encontramos en un instituto de teología, quisiera aventurar una hipótesis más teológica, concomitante a las razones históricas.

Utilizaré una frase que, con toda seguridad, se ha estudiado en esta institución y que, en este lugar, bien puedo citar en latín: «Philosophia ancilla teologiae», «la filosofía, servidora de la teología». Aquí tenemos un ejemplo de cómo el cambio de contexto modifica el sentido de un texto. La frase se gestó en la época patrística como símbolo de la autonomía de las intuiciones de la fe ante las elucubraciones míticas y racionales. Los mitos y las filosofías del denominado «paganismo» eran usados por los Padres de la Iglesia para formular las verdades del cristianismo criticándolas, adoptándolas y transformándolas. Las monjas, en el Concilio romano del 721, son denominadas «Dei ancillae», «servidoras de Dios». Después, con Petrus Damiani en el siglo XI y para defender la exégesis simbólica tradicional de la escritura frente a la interpretación racionalista de la «artis humanae peritia», a esta pericia meramente racional se la denominó «ancilla». Finalmente cuando, después de Abelardus, se inició la autonomía de la dialéctica racional, se utilizó la fórmula en el sentido que se le dio desde la Edad Media hasta Kant con su famoso «Streit der Fakultäten».

Como ya he dicho muchas veces, para interpretar bien un texto hay que conocer su contexto. Ésta es la tarea del historiador. No se puede entender la teología cristiana sin conocer su contexto hebreo-greco-romano. Uno de los efectos colaterales de haber relegado al olvido el estudio de la historia y de las lenguas clásicas es que la teología que se suele enseñar parezca momificada o meras formulaciones caídas del cielo – hasta la aberración de confundir la revelación con su misma formulación. De ahí también lo que he denominado «el imperativo intercultural» para la paz del mundo y el estudio de la teología. Un texto cristiano, por ejemplo, en un contexto asiático suena muy diferente de lo que el texto quería decir.

Ahora bien, para entender un texto hace falta algo más. Y esto se ha dicho menos y se ha olvidado a menudo. Hay que entender también el pretexto del autor – tarea del filósofo, si es un auténtico amante de la sabiduría. Este «entender» es de otro orden que el mero conocimiento racional; hace falta un conocimiento personal que implica amor, entre otras cosas. El pretexto de los Padres de la Iglesia fue llevar el «mundo pagano» a comprender y aceptar el Evangelio hablando su misma lengua. El pretexto de la Edad Media fue la polémica, y el de la Edad Moderna, conservar el poder. Dicho de otra manera, el texto tiene muchas lecturas.

Mi interpretación se limita al uso que se ha hecho de la frase «Philosophia ancilla theologiae» desde la teología escolástica hasta nuestros días. La teología, en oposición a lo que se nos dice en el Evangelio, ha querido mandar y, al mandar, se ha desacreditado. Ha querido tener poder, ser la «regina» de las ciencias y dictaminar lo que éstas debían decir. Ha confundido autoridad con poder. Como la misma palabra indica, tiene autoridad quien hace crecer a los demás, quien hace crecer la confianza, el amor, la comprensión y la tolerancia. Como decían los antiguos: «Auctoritas ab augendo», «La autoridad viene de quien nos hace crecer». No es poder. La autoridad nos la da y nos la reconoce el otro. Yo tengo el poder, dado por mi dinero, armas o músculos, y por ello el otro me teme. La teología, una vez utilizada una cierta filosofía, ha querido mandar, ser reina, convertir a la filosofía en su servidora y, por esta causa, se ha anquilosado, por no decir que ha muerto. Ya lo decía Laotsé antes que el Evangelio: quien realmente tiene autoridad ocupa el último lugar y entonces le es reconocida. La teología ha querido convertir a la filosofía en una especie de servidora. Aún hoy, en las facultades de teología se introduce a la filosofía como materia para preparar la entrada a la teología. Una vez adoctrinados en esta filosofía, que no es auténtica filosofía porque no es libre, se nos quiere introducir en la teología. Al hacer de la filosofía su servidora, la teología ha caído en sus manos. De manera que sin Aristóteles, Platón, etc., no existe teología posible. La teología se ve obligada a expresarse por medio de las formas que nos presenta la filosofía. Decían también los antiguos: «Quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur», «Todo lo que se recibe, se recibe según la forma del recipiente». Ello conecta con otra idea de Laotsé, que exalta el agua diciendo que es femenina y que toma la forma del recipiente que la contiene. No tiene forma propia, se adapta a la forma del continente y, cuando se la deja correr, se desliza hacia abajo.

La cosa no acaba aquí. Este dominio de la teología sobre la filosofía no sólo desvirtúa a la primera, sino que también hace degenerar a la segunda. Así por ejemplo, para defender el lenguaje de un Concilio que utiliza la palabra «persona» refiriéndose a la Trinidad, se elabora, más o menos gratuitamente, todo un concepto peculiar de persona – que ya para los griegos tenía otro sentido, y no digamos para toda Asia. Las lenguas no son neutrales.

La situación es mucho más grave de lo que parece porque en siglos posteriores, cuando el cristianismo entró en contacto con las religiones orientales se dijo, y se dice aún hoy en día, que el gran escándalo y la gran diferencia entre éstas y el cristianismo reside en la concepción de un Dios personal en este último y un Dios impersonal en las primeras. Estamos sufriendo un malentendido teológico que tiene consecuencias históricas de primera magnitud. Repito que la teología es de importancia vital para la vida de los pueblos.

Nos hemos convertido en esclavos de una teología que, queriendo mandar, se ha convertido en esclava de una filosofía que, a su vez, y queriendo servir a su señora, tampoco ha crecido. No hay teología posible sin una base filosófica, pero esta base es ya teológica. ¿Qué significan «persona», «Dios», «virtud, «sabiduría», «felicidad»? Hay que explicarlo con palabras que surjan de una experiencia humana integral, sea esta una experiencia de la razón, de la fe, del sentimiento o de cualquier otra fuente de conocimiento – lo que no elimina la función crítica de nuestras mismas facultades.

Ahora bien, si ya tengo una idea preconcebida del significado de «Dios», «verdad», «gracia», «sabiduría», ... es decir, una idea recibida de una cierta filosofía previa, entonces la teología se convierte en esclava de aquellos moldes mediante los que, necesariamente, debe expresarse.
Hoy en día la filosofía ha escapado a esta tutela. Camina en solitario y ha roto la simbiosis positiva con la teología. La teología se ha quedado entonces sin fundamento. Una teología sin filosofía es pura elucubración, cuando no superstición. Una filosofía sin teología es intranscendente, cuando no aburrida. Lo fundamental son los problemas vitales del hombre, el dolor, la vida, la muerte, la existencia de algo más de lo que se puede ver con los ojos... Todo ello, sin la teología, parece no funcionar. La separación entre filosofía y teología es mortífera para ambas. Hay que distinguirlas, pero no se pueden separar. Su relación no es dualista, sino a-dualista, advaita. Se podría discutir si el divorcio se produjo por los malos tratos que recibió la filosofía a manos de la teología o porque la primera se enamoró de las hijas de los hombres, como dice el Génesis (VI, 2), y se dejó deslumbrar por las nuevas ciencias emergentes. El hecho es que la sola razón como criterio último de verdad tuvo que divinizarse, y que las creencias hubieron de refugiarse en un Dios hecho a medida para ellas solas. Se separó al alma del cuerpo y murieron ambos. Paradójicamente, el alma es la filosofía y el cuerpo es la teología -su encarnación concreta-. Una filosofía exclusivamente racional debe coexistir con el concepto como núcleo intelectual de la cosa, en tanto que su alma. Una teología esencialmente encarnacional, como lo es al menos la cristiana, debe coexistir con la realidad existencial de la cosa, en tanto que su cuerpo -que la tradición denomina el cuerpo de Cristo, calificándolo aún como «místico»-. Se empieza a descubrir entonces que la encarnación no es un accidente dentro de la misma teología cristiana. Pese a todas las elucubraciones teológicas, san Juan no dice que Dios se hizo hombre, sino que el logos se hizo carne -aunque la palabra hebrea que corresponde a la palabra griega sarx, también tiene la connotación de «hombre»- y el vocablo hebreo que corresponde a «palabra» (logos, dabar) significa también cosa e incluso evento.

Quisiera aún hacer una aclaración. He dicho que la filosofía es el alma, y la teología, el cuerpo. Pero no un alma cartesiana ni un cuerpo individual. El alma es la vida de la realidad y, por ello, puede serlo todo. Ya lo decía Aristóteles y lo repetían los escolásticos: «Anima quodammodo omnia». El cuerpo es la realidad material. Y así se decía durante los quince primeros siglos cristianos al afirmar que el «cuerpo de Cristo» es la Iglesia. También lo avanzó Rāmānuja al afirmar que el cuerpo de Dios es el mundo real. Dejemos sin embargo las elucubraciones culturales para otro momento y volvamos a nuestro tema, que la vocación cristiana y, por lo tanto, también la de la teología, es la de servir.

Hay un hecho histórico, del que se podría extraer más de una consecuencia práctica hoy en día. Me refiero a lo que sucedió en una buena parte de Europa tras la restauración post-napoleónica. No se dudaba ni por un momento de que la teología formaba parte de la educación universitaria, de hecho la teología fue la co-fundadora de todas las universidades europeas. Tampoco se dudó ni por un momento de que la religión formaba el núcleo mismo de la vida humana, que en tanto que vida consciente necesitaba de la teología. Fue el poder, y no la autoridad, de la Iglesia oficial de la época quien quiso acaparar en exclusiva a la teología. Las universidades así lo aceptaron, y con ello se produjo el divorcio entre una teología eclesiástica y una filosofía universitaria; un divorcio entre filosofía y teología que no existe en Escandinavia, ni siquiera en Alemania, en donde la facultad de teología es aún la primera. Esta separación ha provocado la degeneración de ambas, de la filosofía y también de la teología. Si no vamos a buscar a las fuentes vitales qué es la vida y cuáles son las respuestas a las preguntas fundamentales del ser humano; si la teología y la filosofía no responden a esta inquietud humana, propia de todo hombre que viene a este mundo, entonces pierden su razón de ser.

Este divorcio entre alma y cuerpo ha causado la muerte de la teología -por no hablar ahora de la filosofía-. Una teología que no ha examinado sus fundamentos no se sostiene y, finalmente, éstos acaban tambaleándose. No hay más que ir a Oriente para comprobarlo. En Occidente somos tan provincianos que hemos quedado atrapados en nuestros propios moldes, creados más o menos artificialmente -sin que ello suponga una apología de Oriente, que también tiene sus propios problemas-.

En una palabra, la teología ha querido ser la reina, y no sólo ha sido destronada, sino que en su exilio ha perdido el contacto con la realidad y, cuando algunos quieren hacer que vuelva, se resiste, con razón, a reconocer una constitución que ella no ha firmado. También aquí vale la paradoja cristiana de que para «ser testigos de la verdad» hay que ser mártir, como la misma palabra indica. Hay que morir para resucitar. Y éste es ya nuestro tercer punto.

* * *

III) En esta tercera parte de la exposición, elemental y puede que a veces caricaturesca para hacerla más incisiva, quisiera hablar de la resurrección de la teología.

Todo en la vida muere y nace de nuevo. Es muy significativo observar cómo la ley de la inercia, que ya formuló Platón, ha condicionado la forma del pensar occidental -pese a la «et hypoteses non fingo» del genial Newton-. Tal vez haga falta una inmersión en el mundo cultural buddhista para descubrir que la impermanencia de todo puede llevarnos a descubrir la resurrección de todas las cosas. El espíritu hace nuevas todas las cosas en cada momento y renueva la faz de la tierra, tal como consta en el libro de la Sabiduría, según dice la liturgia el día de Pentecostés. Si mi hipótesis es válida, es decir, que la filosofía y la teología han muerto a causa de su separación, lo que hace falta entonces es reconciliar este matrimonio sagrado: «Hieros gamos», como decían los griegos, entre filosofía y teología, para que ambas puedan resucitar -sin que pierdan por ello su ontonomia propia-.

San Buenaventura, este santo, amigo pese al hecho de haber vivido hace 700 años, no reconocía el divorcio entre la teología y la filosofía. No creo que Aristóteles deje de estar vivo ahora, o que Jesucristo sea únicamente un recuerdo histórico, salvando las distinciones fundamentales entre los dos ejemplos. Si no superamos la historia, ¿cómo podemos creer en la Eucaristía, que es más que una simple rememoración de un hecho histórico? Si solamente vivimos en el mito de Occidente (la historia), nuestra vida es bien triste. La vida va hacia la muerte y es un «valle de lágrimas». Si no superamos la historia llevaremos nuestros errores siempre a cuestas. Si la historia es la única realidad, una vez cometido un error ya no hay perdón posible; podrán no imputárnoslo o no tenerlo en cuenta, pero la remisión jurídica no es el perdón ontológico, sacramental, que constituye una «decreación», como he intentado explicar en otras ocasiones -aun cuando no sea éste ahora nuestro tema-. Tan sólo quiero apuntar aquí que hay que superar el mito de la historia -pero superarlo no significa negarlo, sino dejar de identificarlo con la realidad-.
Recuerdo la anécdota de un misionero cristiano que, en los mismos jardines de Vrindānava, al norte de la India, en donde se sitúa la leyenda del Dios Krsna, contaba lo siguiente, a uno de sus seguidores: «Nuestro Cristo es real, es decir, histórico. Vivió hace 2000 años; tenemos documentos que lo prueban. En cambio, de vuestro Krsna no se conoce más que una leyenda, y no demasiado edificante». El buen hindú estaba encantado. Entendía que Jesús era, como Napoleón o san Francisco de Asís, una figura histórica muy importante, pero nada más. Para él, el Krsna de su fe era el real, el que valía. El hecho de que hubiera sido o no hijo de Devakī y hubiera hecho diabluras era intrascendente. Pero no quiero entrar ahora en comparaciones interculturales.

La resurrección de la teología sólo puede llegar si vuelven a unirse su cuerpo y su alma. Sólo entonces se podrá reencontrar su espíritu. Decía que san Buenaventura todavía no había reconocido este divorcio, pese a que Santo Tomás hubiera ya consentido en la separación de hecho -aunque no de derecho-. San Buenaventura hablaba de una única teología, en la que reconocía una triple distinción. Distinguía una teología simbólica, una teología propia y una teología mística. Pero las tres constituyen una única teología inseparable de la filosofía. En aquel tiempo era usual referirse a los dos grandes libros de la realidad: el libro de la naturaleza y el libro de la revelación. Había que leer ambos a la luz que «desciende del Padre de las luces» (Jacob. I, 17). Lo que ocurre es que ahora no sabemos leer, captar la profundidad, la belleza y la verdad del libro de la naturaleza, y ni tan sólo del «libro de la revelación» -que, sin el primero, tampoco se comprende-. Analizamos y hacemos la autopsia al libro de la naturaleza, convirtiéndolo en asunto de especialistas. Pero no sabemos verlo, vivirlo ni disfrutarlo. Algunos artistas tal vez si, pero la gente en general no sabe leer; es iletrada.
He pasado largos ratos en la India escuchando discretamente las explicaciones de gente que no sabe leer ni escribir sobre el sentido de una figura colgada de las ramas de un árbol o esculpida en las grandes puertas de los templos. E interpretando y dando vida a aquellas representaciones artísticas descubrían en ellas sentidos insospechados mucho después de que yo, en mi interior, ya hubiera agotado mis recursos expresivos sobre las mismas. Algo parecido nos ha sucedido con el «libro de la revelación». Hemos hecho exégesis, análisis, autopsias, pero a menudo se nos escapa su sentido simbólico -y no digo únicamente metafórico-. Existe una diferencia esencial entre el conocimiento simbólico y el conceptual. Este último pretende objetividad. El primero transciende la dicotomía sujeto/objeto y pide participación. Por ello las sabidurías tradicionales (griega, índica, cristiana, etc.) requieren la iniciación para la incorporación vital de cualquier doctrina.
Aquí, la dialéctica (en el sentido moderno) no sirve. No todo es cuestión de una mera interpretación racional. Como dicen los ingleses: «The devil can quote Scripture for his purpose» («El diablo puede citar también la Escritura para sus intereses»), tal como hace el demonio en las tentaciones de Jesús cuando cita la Escritura. Jesús le responde entonces que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios – no de toda escritura surgida de la mano del hombre, por inspirado que sea-. He dicho muchas veces que el cristianismo no es una religión del Libro, sino de la Palabra -que sólo está viva cuando se la habla, se la escucha y se la entiende-. Por ahí es por donde va la resurrección: la Palabra viva.
Hemos de saber leer el libro de la naturaleza y escuchar la Palabra que alimenta a todo hombre que viene a este mundo. Esta palabra no es una escritura. Recordemos que, hasta el siglo XV, sólo se hablaba de un Testamento, el Antiguo. El que ahora denominamos Nuevo era conocido antes como las Escrituras Cristianas. Para entenderlas nos hacen falta los dones del Espíritu Santo. Hay uno, sin embargo, que no está en la lista y sin el cual no se puede hacer buena teología: la ironía -humor, si así se quiere-. Tomando las cosas al pie de la letra se cae en el fundamentalismo.

Hay un texto que me ha preocupado durante años y al que tardé mucho tiempo en encontrar sentido. El texto se halla sólo en san Mateo. Hace referencia a un vocablo difícil de traducir, y que la Vulgata denomina «verbum otiosum» («palabra ociosa»). Las nuevas versiones suelen traducirlo así: «De toda palabra inútil que digan los hombres, darán cuenta el día del juicio; por aquello que habrás dicho, te salvarás, y por aquello que habrás dicho, te condenarás». El griego dice «por toda palabra argon»; es decir, toda palabra que no tenga energía, fuerza, que no cause aquello que dice, que no sea sacramento. De toda palabra inútil, vana, argon, de todas éstas se nos va a pedir cuentas. Esta es la palabra que complementa el pan, dice Jesús. Pan y Palabra resucitan a la teología.

Para recuperar el sentido de la teología (que no es un monopolio cristiano, pero debo ceñirme a la teología cristiana que aquí nos ocupa), me serviré de la citada frase de san Pablo. Dice textualmente que «la teología no está encadenada». El contexto de la frase es diferente: san Pablo se encuentra encadenado en la prisión y dice que «la palabra de Dios no está encadenada», es libre. Recordemos, sin embargo, que el mismo Santo Tomás de Aquino nos dice que cualquier interpretación de la Escritura es perfectamente legítima, mientras se respete su sentido literal. Lo que pasa es que, con la mejor intención del mundo, hemos querido encadenarla – para que no escape a nuestro control. La teología (palabra ya utilizada por Platon) es el logos sobre Dios (genitivo objetivo) y el logos de Dios (genitivo subjetivo). El genitivo objetivo, decir cosas sobre Dios pensando que el concepto toca al objeto (Dios), es una blasfemia, ya que hacemos de Dios un objeto de pensamiento. Gregorio de Nyssa decía que la peor de las idolatrías es convertir a Dios en concepto. Dios no es ni un objeto ni un concepto. Podemos tener un concepto de las cosas, pero Dios no es una cosa; no puede ser una más entre ellas. No existe un concepto posible de Dios. Lo que hay son doctrinas que se acercan a la realidad del misterio, de lo que nosotros denominamos Dios. Ahora bien, no podemos hablar sobre Dios de la misma manera en que hablamos de un dinosaurio. Necesitamos un discurso diferente, ya que Dios no es una cosa más entre las cosas. Caer en esta trampa es perderlo todo. Es perder toda la teología. Ya decía san Pablo que la fe surge del escuchar -y sólo se escucha la palabra de un hablante-. Este escuchar es una experiencia. La teología se funda en la experiencia de la fe, como ya decía la teología más tradicional.

Las cosas no acaban aquí. Nos lo aclara también el genitivo subjetivo: Palabra de Dios, y no tan sólo sobre Dios. Aquí radican la fuerza y debilidad de la teología cristiana. La teología cristiana dice, siguiendo el Prólogo de san Juan, que en Dios ‘hay’ un logos, que Dios es Palabra, que esta Palabra era y estaba en el principio, pero no es el Principio. La Palabra era Dios y estaba en Dios y es igual a Dios, pero no dice que fuera el Principio. En el Principio había la Palabra. Como dice san Irenaeus en una frase lapidaria: «Del Silencio del Padre surge la Palabra del Hijo». Esta palabra se puede escuchar en toda palabra que no sea ociosa, que surja del corazón, que sea sincera; en toda palabra que pueda decir un hombre de buena voluntad. ¿Y cuándo se dicen estas palabras? Estas palabras se dicen cuando el conocimiento y el amor no se han separado, lo que constituye, como ya he insinuado, el gran divorcio de la época actual; es decir, cuando no se cree que se puede conocer sin amar (que es cálculo) o amar sin conocer (que es sentimentalismo). Esta unión entre el Conocimiento (logos) y el Amor (pneuma, espíritu) nos abre al misterio de la Trinidad. La fe surge de saber escuchar esta palabra. Ya he dicho que el cristianismo no es la religión del Libro, sino que es la religión de la Palabra, la Palabra que era desde el Principio. Por ello el Espíritu Santo quien, como dice la Escritura, tiene conocimiento de toda palabra, tuvo el suficiente humor en procurar que no se conservase casi ninguna de las palabras dichas por Jesús. Todo es traducción. Jesús hablaba en dialecto, y sus palabras se tradujeron después al griego, muy distinto del hebreo y del arameo. Conocemos únicamente un par de frases originales. Una de ellas ya al final, cuando está en la cruz y lanza aquel grito extraordinario. La gente no le entendió porque hablaba en su dialecto. Para mí, estas palabras son una de las revelaciones centrales de su mensaje (Yaweh lo abandona, pero su Padre no); pero éste no es ahora mi tema. Mi tema es que la teología surge de escuchar la Palabra. Palabra no es escritura, y aún menos traducción. Santo Tomás de Aquino da tres razones de por qué la divina providencia hizo que Jesús no dejase nada por escrito. Primero, porque el mejor maestro es el que inscribe la palabra en el corazón de sus discípulos. Segundo, porque idolatraríamos la escritura pensando que no existe nada más sublime, puesto que es idéntica a su mensaje. Tercero, porque para comunicar vida debe existir un mensajero vivo que nos hable. La palabra debe ser escuchada, y toda palabra debe tener alguien que la transmita, como así lo encomendó a sus discípulos. No hay palabra si nadie la escucha. No hay palabra sin sonido, sin materia. En la palabra hay quien habla, quien escucha, la materia mediante la que se habla y aquello que se dice, su sentido. Saber escuchar la palabra es el arte de la verdadera teología; es decir, la intuición simbólica, el conocimiento (intelecto) y el conocimiento místico, como dice san Buenaventura. Sin mística no hay teología.

«El espíritu tiene el conocimiento (gnôsis) de toda palabra» (Sap. I, 7) [LXX]. Si perdemos este sentido místico, holístico, completo, de la teología y la convertimos en una ciencia especializada, se comprende entonces su muerte. Volver a este matrimonio entre conocimiento y amor (entre la mente y el corazón) es otro imperativo cultural de nuestro tiempo.

No nos hallamos en una época de cambio, sino en un cambio de época. Hace falta una transformación radical; si no, vamos hacia la catástrofe. No basta con cataplasmas o pequeñas reformas que tan sólo prolongan la agonía de un sistema intrínsecamente injusto. Si los cristianos, en cuanto comienzan a vislumbrarlo, no viven plenamente este misterio (que se revela en toda palabra auténtica), se convierten entonces también en responsables de la situación en que nos encontramos. Si vivimos en torres de marfil, anquilosados en nuestras pequeñas trifulcas, ¿cómo podemos atrevernos a hablar de un Dios que hace llover sobre justos e injustos y hace nacer el sol ante buenos y malos?, ¿de un Dios que parece que no discrimina, que no deja que se separe el trigo de la cizaña antes de tiempo? Para esto nos hace falta volver a la teología simbólica. Pero hay que abrirse al símbolo, hay que experimentarlo como símbolo; si no, no es símbolo. Toda palabra tiene una triple función: significa (contiene un concepto); pero tiene más de un sentido (contiene un símbolo) y, en tercer lugar, toda auténtica palabra es portadora de vida (contiene fuerza vital). Dicho más académicamente: toda palabra se puede traducir en un texto pero, además, está dentro de un contexto. Ahora bien, no podemos captar su fuerza si no captamos el pretexto existencial de quien la dice.

Texto, contexto y pretexto forman parte del conocimiento de cualquier palabra. En nuestra cultura escriturística, informática diría yo, tendemos a identificar la palabra con su texto, su concepto. Toda palabra, sin embargo, tiene más de un sentido, que se capta en el conocimiento simbólico -y que no es el conocimiento conceptual-. El conocimiento conceptual es conocimiento científico, tiende a la univocidad. El conocimiento simbólico, en cambio, es un conocimiento concreto, existencial y polisémico. Si el símbolo no me transmite nada, no constituye para mí ningún símbolo. El conocimiento simbólico debe contar con la participación del conocedor que nos descubra su valor no exclusivamente conceptual. Cuando el símbolo comienza a hablarnos, cuando comienza a estar vivo, se acerca entonces la resurrección de la teología. La fe cristiana se expresa en símbolos que se traducen en praxis: el símbolo de los apóstoles. Cuando el símbolo de los apóstoles se identifica a la doctrina cristiana, acecha el peligro de convertir la fe en una ideología. Y ello nos lleva aún a otra cuestión.

Toda palabra, y sigo hablando del genitivo subjetivo, revela un hablante. Por esto en la teología hay que escuchar la palabra. Ahora bien, para escuchar hay que conocer simultáneamente texto, contexto y pretexto. Al texto podré tal vez empezar a entenderlo leyéndolo, aplicando mi conocimiento conceptual. El contexto requiere el conocimiento simbólico; he de ver el texto en su lugar natural para que me hable y pueda entenderlo más plenamente. Par conocer el pretexto he de conocer al autor del texto, al hablante; me hace falta escucharlo y entenderlo; esto es, amarlo.



[1] Texto de la conferencia inaugural del curso 2002-2003 del Institut Superior de Ciències Religioses de Vic, publicado bajo el título Mort i resurrecció de la Teologia, Vic (Institut Superior de Ciències Religioses), 2002, 27 pp.
[2] El estilo hablado no es el estilo escrito. El autor ha procurado conservar la espontaneidad del primero, pero se ha permitido intercalar frases que clarifican su pensamiento porque le parece que el tema es suficientemente importante. Ha renunciado, sin embargo, a todas las citas que complicarían el texto. Por respeto a las diversas tradiciones, ha conservado la ortografía original de los nombres propios.
[3] Se hace así referencia al Evangelio que, según el calendario litúrgico, debía leerse el día 3 de octubre de 2002, fecha en que tuvo lugar esta conferencia de inauguración del curso en el Institut Superior de Ciències Religioses de Vic.

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